PIERRE TEILHARD DE CHARDIN



- Nada vale la pena de ser encontrado sino lo que jamás ha existido aún


- El perro sabe, pero no sabe que sabe

- Nosotros mismos somos nuestro peor enemigo.

- Nada puede destruir a la Humanidad, excepto la Humanidad misma


Mi deseo sería morir el Día de La Resurrección

- No hay nada valioso, salvo la parte de usted que se encuentra en otras personas, y la parte de los demás que está en ti.

Necesitamos la esperanza para que nuestra alegría sea perfecta.

Las grandes verdades se sienten antes de expresarse.


- El amor universal no sólo es psicológicamente posible, sino la única, completa y definitiva forma de amar.

No somos seres humanos con una experiencia espiritual. Somos seres espirituales con una experiencia humana.





Pierre Teilhard de Chardin S.J.  fue un religioso, paleontólogo y filósofo francés que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Miembro de la orden jesuita, su concepción de la evolución, considerada ortogenista y finalista, equidistante en la pugna entre la ortodoxia religiosa y científica, propició que fuese atacado por la una e ignorado por la otra. Suyos son los conceptos Noosfera (que toma prestado de Vernadsky) y Punto Omega.  En 1931 participa en el Crucero amarillo recorriendo el Asia Central, una peligrosa aventura científico-deportiva organizada por André Citroën para promocionar sus vehículos. Hasta 1951, que se establece en Nueva York, prosigue una intensa actividad científica marcada por numerosos viajes de estudios: Etiopía (1928), los Estados Unidos (1930), la India (1935),Java (1936), Birmania (1937), Pekín (1939 a 1946), Sudáfrica (1951 y 1953), así como varias provincias chinas (Shanxi en1932, Henan en 1934 y Shandong en 1936). Teilhard contribuyó fuertemente a la constitución de una red internacional de investigación en paleontología humana. En 1951 ingresa en la Academia de las Ciencias de Francia. Muere en Nueva York, el 10 de abril de 1955, el día de Pascua. Un año antes, durante una cena en el consulado de Francia de esa misma ciudad, confió a sus amigos: “Mi deseo sería morir el Día de La Resurrección”. Gran parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por Jeanne Mortier, a la que nombró su albacea para temas editoriales. Esta obra ocupa trece volúmenes.

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